La trata de seres humanos, una tragedia que se alimenta de las guerras
Edoardo Giribaldi - Ciudad del Vaticano
«La organización de las sociedades en todo el mundo está aún lejos de reflejar claramente que las mujeres tienen exactamente la misma dignidad e idénticos derechos que los hombres». La intervención de monseñor Richard Ghyra -observador permanente de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), que participó en la cuarta sesión plenaria, dedicada a las cuestiones humanitarias, de la Conferencia de Varsovia sobre la Dimensión Humana- repropuso la observación contenida en la encíclica Fratelli tutti, enmarcándola en el contexto de la trata de seres humanos y definiéndola como «una tragedia dentro de otra tragedia que se alimenta de las crisis humanitarias».
Las diferentes caras de la trata
La cuestión se describe como «una de las más graves y complejas» debido a su «naturaleza polifacética». Las dificultades que presenta surgen a varios niveles, según el representante vaticano: «primero, en la forma en que se manifiesta. Segundo, en sus víctimas, que son principalmente migrantes y ya se encuentran en situaciones vulnerables. Tercero, en la multitud de factores en juego».
Las mujeres, las más afectadas
Aunque la plaga de este «crimen atroz» es endémica, «las mujeres y las niñas» están entre las más «expuestas» a ella, según la Santa Sede. Ellas son las que más sufren la trata porque son explotadas con fines «domésticos» o «sexuales». Una tragedia agravada por las situaciones de conflicto y las crisis humanitarias, en las que «los delincuentes se aprovechan de entornos sociopolíticos inestables para someter, esclavizar y traficar con personas».
La plaga visible en Ucrania
El fenómeno es visible, por ejemplo, en el conflicto de Ucrania y representa, dijo monseñor Ghyra, «una de las consecuencias más devastadoras de este conflicto». Las víctimas «a menudo se convierten en presas de los traficantes, que falsa y perversamente les ofrecen ayuda, sólo para atraparlas y esclavizarlas en su lugar».
Atacar las causas profundas
La Santa Sede ha recordado que con motivo del 10º aniversario de la Jornada Mundial de Oración y Reflexión contra la Trata de Personas, el Papa Francisco dijo que era «posible contrarrestar» el fenómeno, pero llegando a su «raíz», «erradicando sus causas». Sería «hipócrita» afrontar el problema sin tener en cuenta las causas «ocultas» de este terrible mercado, por el que «cientos de mujeres y hombres se apoyan en criminales para huir de sus países en busca de una existencia más segura». Entre ellas figuran «la pobreza, las guerras, la persecución por parte de gobiernos autoritarios, así como los fenómenos naturales y climáticos que hacen inhóspitos los territorios de partida». Tomando prestadas de nuevo las palabras de Francisco, «la trata de personas encuentra un terreno fértil en el enfoque del capitalismo neoliberal, en la desregulación de los mercados que pretende maximizar los beneficios sin límites éticos, sin límites sociales, sin límites medioambientales».
Un largo camino por recorrer
Al concluir su intervención, monseñor Ghyra reiteró su convicción, ya expresada por el Papa con ocasión de la 109ª Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado 2023, de que sigue siendo necesario un «esfuerzo conjunto de cada país y de la comunidad internacional para garantizar a todos el derecho a no emigrar, es decir, la posibilidad de vivir en paz y con dignidad en su propia tierra». Una prerrogativa definida como aún no codificada, «pero de importancia fundamental, cuya garantía debe entenderse como la corresponsabilidad de todos los Estados hacia un bien común que va más allá de las fronteras nacionales». «Hasta que no se garantice este derecho», concluyó el observador vaticano, “y es un camino largo, muchos tendrán que seguir marchándose en busca de una vida mejor”.
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