Los pueblos pueden elegir líderes de paz o la autodestrucción
Sergio Centofanti
Antes las llamábamos guerras justas. Aún hoy hay quienes las definen así. Basta secundar una breve lista de principios y el conflicto está justificado. Basta con ocultar con un pretexto intereses y sed de poder, pero ni siquiera tanto, y luego es suficiente negar la evidencia. El "buen fin" permite tolerar los daños colaterales, destrucciones y víctimas inocentes.
En la historia, incluso una cierta teología ha proporcionado a los señores de la guerra de todos los tiempos las razones para desencadenar conflictos de todo tipo: bastaba con que la autoridad legítima ordenara la guerra, tal vez por una razón de honor. Cierto, había que detener a Hitler. Cierto, hay que detener a los terroristas. Hay que defender a los débiles contra la opresión y la violencia de los más fuertes. Es un deber. No hay verdadera paz sin justicia y libertad.
Sin embargo, hoy más que nunca, necesitamos profetas de la paz, hombres y mujeres que hagan gestos nuevos, impensables en medio de las violencias, y que sean luz para la humanidad, luchando con las armas de la mansedumbre: como Francisco de Asís, peregrino inerme durante las Cruzadas, con el Evangelio en la mano ante el Sultán. Como Martin Luther King y Gandhi, que enfrentaron el poder con debilidad. Como Dorothy Day y Teresa de Calcuta, que lucharon contra la exclusión no con el odio sino con la justicia y el amor.
Hoy necesitamos líderes que hagan cosas nuevas, no las mismas palabras, el bla bla bla de siempre que lleva a las mismas viejas guerras. Necesitamos una nueva conciencia de los pueblos para que no se dejen engañar por la retórica de los discursos que buscan la emotividad: no sirven palabras, sino hechos de paz.
Hoy la responsabilidad de cada uno de nosotros es mayor que en el pasado, porque el poder destructivo de las armas puede convertirse en un suicidio de la humanidad. Son los pueblos los que hacen a los líderes. Que los pueblos elijan una política profética, capaz de transformar las espadas en rejas de arado y las lanzas en hoces.
Necesitamos la fraternidad, como nunca antes. Tenemos que descubrir que todos somos hermanos. No llamemos más justas a las guerras, dijo el Papa Francisco. Construyamos la paz. Elijamos líderes de paz. O nos arriesgamos a la autodestrucción.
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